27 minutos para las 3:00 a.m. No es un horario habitual
para encontrarme despierta; pero aquí estoy, a obscuras, con un vaso de gaseosa
– no mi preferida – escuchando historias que no quiero escuchar. Miro las uñas del primer dedo de mi pie, lo
hago a contraluz con la pantalla de la laptop, no tengo mucho que hacer, pero
tampoco tengo sueño.
Con la pantalla ilumino un poco las teclas del pc, es
cuestión de orientación, las sé de memoria. Abro el twitter, pienso y sigo
escuchando las voces: mamá, tía, vecina y abuela. ¡A todas les dio por reunirse
el mismo día y parlotear toda la
noche! ¿Recuerdan que trabajo los domingos?
A esta hora la red no tiene movimientos interesantes, ni
siquiera tiene movimiento.
20 minutos para las 3:00 a.m. se supone que en 5 horas y
20 minutos debo estar despierta, ya lo estoy, ¿recuerdan que trabajo los domingos? Por un momento me siento en el antiguo lugar
que habitaba, cerca vivían vecinos irrespetuosos que ponían música a alto
volumen, gritaban, bailaban y no les importaban sus vecinos ¿en este país, en
esta ciudad a alguien le importan sus vecinos? ¡No! Pues ni siquiera les
importa quién duerme a unos metros en la misma casa.
2:43 a.m. comenzaré mi búsqueda en la red, pensaré en el
trabajo (ya lo hago), jugaré póker – le estoy enseñando a jugar póker a los
niños -, me obnubilaré, no dormiré… bebo mi gaseosa.