25/9/09


Maquiavelo: historia y contemporaneidad

Con este ensayo pretendo dar una mirada a la administración pública del Estado colombiano, basándome en las interpretaciones hechas sobre la obra de Maquiavelo en el libro de Ernst Cassirer El Mito del Estado.
De esta manera, hago posible un análisis del presente, que permite estudiar y criticar hechos particulares y/o globales, con el fin de aportar a la reconstrucción permanente del conocimiento, todo esto partiendo del reconocimiento de la historia, sin el cual se hace quizá más difícil entender lo que sucede hoy.

Es preciso abordar en aras del conocimiento histórico, cómo Maquiavelo “asume” el concepto de historia, según Cassirer, esa manera de ver el pasado – que tendría un presente similar-, para éste eran rasgos globales de toda la humanidad. Para expresar esta idea expone Cassirer:
“A él [Maquiavelo] le importaba la estática, no la dinámica de la vida histórica. No le interesaban los rasgos particulares de una época histórica determinada, sino que buscaba los rasgos recurrentes, esas cosas que son iguales en todo tiempo. Nuestra manera de hablar de la historia es individualista; la de Maquiavelo era muy universalista. Nosotros creemos que la historia no se repite nunca; él piensa que se repite siempre” (p: 149).

Dice entonces Maquiavelo quien quiera predecir lo que va a suceder debiera considerar siempre lo que ha sucedido, pues todo suceso humano tiene una copia exacta en el pasado (p: 150). Esa forma de concebir la vida, parece contemplar un destino que los seres humanos se forjan, similar a ello lo hacían los indígenas al plantear que el ciclo de los seres humanos era circular. Es pues, una concepción sobre historia que como Heródoto contempla un devenir, pero este no tan arraigado al mito sino al quehacer de los seres humanos, porque parece que la historia se repite pero se transforma un poco debido a los contextos y las épocas.

Anexo a esto, también es menester aclarar que los aportes de Maquiavelo fueron considerados aportes que hizo para crear la naciente ciencia política y, debemos tener en cuenta que éste nunca tuvo la intención de ofrecer una teoría general de la política, simplemente retrató las costumbres, los modos de pensar de sus propios tiempos (p: 145), creando así documentos de los que se sirve hoy la historia y, sobre todo las ciencias políticas.
Por ello, muchos reiteran siempre en sus escritos o en sus discursos la teoría de Maquiavelo, pues fue un estudioso (odiado o no) que, según Bacon (citado por Cassirer p: 142) era un filósofo que había roto con todos los métodos escolásticos y había tratado de estudiar la política de acuerdo con métodos empíricos. De esta manera sus obras no eran un simple invento que “brotaban de la tierra”, sino que estaban preparadas cuidadosamente (p: 155), que necesitaron de la observación y, de diversos registros para posteriores análisis y, así crear discursos como El Príncipe.

Por consiguiente, algunos lo han tratado – en ciencia política – como el gran pensador constructivo cuyas concepciones y teorías revolucionaron el mundo moderno y conmovieron el orden social hasta sus mismos cimientos (p: 154), pero también ha sido tratado como arma poderosa y peligrosa en las grandes luchas políticas de nuestro mundo moderno (p: 138). Por ejemplo para algunos autores en sus obras dramáticas como Shakespeare, el maquiavelismo significa la encarnación de la astucia, la hipocresía, la crueldad y el crimen (p: 140), es entonces el “principio del mal”.
Pero Maquiavelo realmente se ha convertido en el centro de interés de opositores y “aliados” de ese discurso, siempre ha sido admirado. Es claro, por ejemplo que Spinoza lo entendió como un partidiario de la libertad, éste mensaje lo puso como alerta a las masas, y toda esa controversia complica un poco el análisis sobre Maquiavelo.

Por otra parte, hacer un análisis (aunque como decía un poco complicado) sobre la obra de Maquiavelo permite entender la realidad actual del gobierno, pues siguiéndolo de un modo un poco literal, sus pensamientos nos acercan al entendimiento de los gobiernos de hoy, no sólo el de nuestro país, sino el de casi cualquier tipo de gobierno, eso sí, manteniendo la mirada sobre las particularidades de los contextos, que están mediadas por muchas circunstancias como la economía, la religión, el conocimiento, el comportamiento de las masas, pero que en esencia, están movidos por intereses y pasiones comunes a todos los hombres de todas las épocas como lo dice el mismo Maquiavelo.
En este sentido, el reconocimiento de la historia, y particularmente de la obra El príncipe nos permite dar una mirada analítica al gobierno actual. Partimos entonces de que en Maquiavelo describen claramente y sin ficción lo que los hombres hacen, y no lo que quieren hacer (p: 142), y por tanto, en su obra muestra, más que lo que él quiere que suceda, algo que inevitablemente está sucediendo. Sin embargo esto por sí solo no aporta nada al interés de análisis de la realidad actual a partir de la obra, sino que cobra sentido al conocer que a Maquiavelo no le interesaban los rasgos particulares de una época histórica determinada, sino que buscaba los rasgos recurrentes, esas cosas que son iguales en todo tiempo (p: 149).
Quizá esos rasgos recurrentes se observan en la administración actual colombiana, donde se “aplica” la “mano dura”, pero sutilmente en el discurso aparece que no se quiere ser cruel, por ejemplo con los grupos insurgentes; esto supone no hacerle daño a las personas en su totalidad, sólo a unos cuantos, a los que van en “contravía” del gobierno, a los que afectan la administración… pero la “mano dura” parece ser terror y muerte, el partidiario de la guerra, el caudillo, que aparece tal vez en las “diabólicas” interpretaciones de El Príncipe, creando una supuesta seguridad para su reino, pero fortalece el control y el orden a través de la guerra que supone no es parte de su gobierno.
Frente al pensamiento de Maquiavelo, supone ser algo similar, parece que el gobierno actual pretende “proteger a todos” los individuos, “amparar” la seguridad del Estado, haciendo frente a los insurgentes, pero todavía presentando muchas dudas al pueblo sobre los orígenes de su seguridad democrática, pero es parte del consejo al príncipe de no dejarse ver tal cual es en realidad.

De modo similar, en El Príncipe Maquiavelo dice que existen dos formas de luchar: con las leyes y con la fuerza. La primera es propia del hombre y la segunda de las bestias. Y quién dijo entonces, que el caudillo, dictador de este gobierno no es una bestia, ya que las leyes parecen no serle suficientes (echar mano de la bestia que se lleva dentro expresó Maquiavelo).

En suma, y en aras de no hacer muy extenuante las ejemplificaciones de la administración actual, es claro reconocer que esa forma de principado de siglos atrás que Maquiavaleo describió es esa historia que se repite, como bien se expresó en las primeras líneas de este ensayo donde se conceptualizó la historia a partir de este actor, a tener en cuenta: “creemos que la historia no se repite nunca; él [Maquiavelo] piensa que se repite siempre” (p: 149).
Sigue siendo ‘mito’ o ‘secreto’ el propósito real de El príncipe, una de las principales obras de Maquiavelo. Pero bien es cierto que es necesario leerlo más que como un manual, así como lo expresó Cassirer, pues hay que ir más allá de lo que expresa, el contexto actual de este tratado y todo el contexto histórico, de esta manera se puede entender el presente.

BIBLIOGRAFÍA
Cassirer Ernst (1947). El mito del Estado. México: Fondo de Cultura Económica.
Maquiavelo Nicolás (1955). El príncipe. 4ta. Edición. Argentina: Sopena.

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